Daniil Trifonov. Philarmonia Orchestra. Royal Festival Hall.

Brutal. Desde el momento en que surgió la idea de ir hasta siempre.

Me llega un mensaje de que no trabajaba esa noche y a los dos minutos una actualización de la aplicación de entradas para estudiantes con un aviso de tickets de última hora para el concierto. Lo había visto hacía más de un mes y estaban agotadas…será el destino.
Las reservé corriendo, merendé y allí que me planté. En el pedazo de auditorio que tienen montao. Al bajar del metro no sabía muy bien qué calle tenía que coger pero no hizo falta dar mucha vuelta, lo vi enseguida por giganticismo. Qué disparate, y qué bonito.
Estaba excitada, nerviosa, entusiasmada y no sé cuántas “as” más porque iba a ver a quien se está convirtiendo en una leyenda. Sabía que tarde o temprano iría a alguno de sus conciertos pero no pensaba que fuera a ser tan pronto y con el 2do de Rachmaninoff.
Empezó el concierto con una obertura de Smetana, con la que la orquesta apuntaba maneras. Primera nota y ya estaba acojonada. Es la primera vez que escucho una de las grandes orquestas y estoy deseando escuchar la próxima. La buena música me ha despertado una especie de vicio que cada vez quiere más y mejor. Escuchaba cada uno de los violines formando uno sólo, las violas (sí, existen y son imprescindibles), los contrabajos estaban clarísimos, los vientos eran silbidos y susurros y las trompas mujeres. Calidad sencillamente.
Termina y sacan el piano al centro del escenario, toma cola, que no te falte; y aparece una cosilla canija y cabizbaja con la vergüenza que le da a un niño de cinco años. Qué curioso, pero no deja de ser un chaval de mi edad. Se sienta y sin titubeos empieza a do menear. No tengo palabras. Puede que haya quien piense que exagero, flipo o que no es para tanto pero este chico es el Horowitz del siglo XXI. Técnica más que perfecta, exacta, rítmica, sonido colocado en cada una de las butacas de la última fila, fraseo que envolvía toda la sala. Poder. Sabiduría, emoción, concentración, frialdad, “calentidad”… 
No sé, de verdad, qué más decir, pero el caso es que volví a casa pensando cuán lejos está esto del alcance de nuestras manos, los que creemos que hacemos algo de música. Era esta la verdadera música, la de los inmortales, y nosotros simplemente intentaremos seguirlos para cada día, estar un poco más cerca de alcanzarlos.

Leave a Reply

Your email address will not be published.