Cuando algo no es lo que esperabas y luego te sorprende.
Yo iba con la idea de ver cómo se tocaba uno de los descomunales órganos de St Paul, y cuando he entrado había un organito portátil tres veces más pequeño que el del conservatorio. “Vaya”, he pensado; pero me tengo que callar la boca. Cómo sonaba el bicho, parece mentira que desprendiera esos estruendos que hacían temblar toda la catedral. Me sentía grande. Me he sentado cerca del organista y he pillado toda la movida de los registros y los pedales… Uf uf que me agobio na más de verlo.
Era interesante que teníamos los panfletos con la explicación/comparación de los versículos con los números de la obra, y un par de curas iban narrando después de cada uno, pero no voy a meterme en religiosidades porque no las entiendo.
Y al final del panfletito ponía que no se podía aplaudir. Pero por qué? Qué pasa con que sea un sitio sagrado? La mejor recompensa del músico es el aplauso! Y para mí, después de que el concierto fuera gratis, era la única manera que tenía para agradecerlo.