Obras de Brahms, Schubert, Schoenberg y Debussy.
Increíble. Qué pianista. Qué musicazo. Qué pureza, qué limpieza y que sonido…no parecía posible que ese piano pudiera sonar así. Qué derroche de calidad pianística y de musicalidad… me ha atrapado desde que ha alzado las manos hasta el último saludo. Cuánta elegancia en el gesto y en la puesta en escena. Sin duda un gran concierto con un programa enorme; variado y atrevido con ese Schoenberg para algunos “difícil de escuchar” y para otros no menos envolvente que el resto de obras.
Está claro que el salón de danza no era el adecuado para un concierto de este nivel, como tampoco lo eran las sillas tan cómodas en las que me dejé la espalda, por no nombrar otra parte del cuerpo, pero lo perdonaré por la novedad que las instalaciones permitían: la proyección en una pared del plano transversal del pianista. Muy interesante; permitía ser todavía más consciente de su perfección técnica.
Echaba de menos un buen rato de música, así que no me importó en absoluto andar por las calles de Valencia por la sencilla razón de que no tenía ni idea de la dirección a la que dirigirme y estaba totalmente perdida.