Para este compré las entradas con diez días de antelación. Era el último de un ciclo de conciertos que hacía Gergiev en Londres.
No lo conocía, la verdad, y qué ignorante era. El tío es perfecto. Manejaba a la orquesta con infinita exactitud y precisión, y tela marinera como respondían con ese programa. Una exageración de difícil, no sé en cuánto tiempo lo habrán montado pero ahí hay un trabajo minucioso, nota por nota, acento por acento, bravo.
Una orquesta muy numerosa, rondando las cien personas, que a veces parecía que rompía un poco el sonido, pero también habría que escucharla con otro tipo de música. El concertino un gilipollas, cada vez que tenía un par de notillas miraba al público regocijándose.
Y el sitio otro auditorio-centro de arte monumental, con mil salas de exposiciones, conferencias, biblioteca, conservatorio y blablá, y algo muy curioso, que pasa desapercibido a la vista fugaz, es el órgano que está integrado en la pared del escenario.