Una vez más en el Teatro Romano y sigo sorprendiéndome. ¡Es tan bonito! Perfecto. Espectacular, de verdad, sin duda digno de ver.
Aplazada un par de semanas y volviendo con fuerza la ópera al teatro, disfrutamos unos cuantos en petit comité de buenas voces, buena música y buen ambiente. Fueron dos horas y pico de suplicio culinario (llevad almohadas si os vais a sentar en el gallinero, como buena gente de clase baja) que merecieron la pena para ver tanto arte junto, aunque del arte de la buena pronunciación del francés pasemos un poco.
La orquesta sonaba potente y con energía, y en ella caras jóvenes, algunas para mí conocidas ¡felicidades chicos!… Aunque siempre nos encontramos el típico paquete, trompísticamente hablando.
Despues de un d e s c a n s o demasiado largo y una botella de 50cl por 2 euros demasiado corta, un segundo acto mas dramático, nada que ver con el primero, donde todo personaje en escena supo demostrar al máximo sus cualidades. Incluido el burro, que también tiene muchas tablas.